jueves, 8 de mayo de 2014

EL PEZÓN

“Creo en la realidad de la Poesía. Y la entiendo como la eterna y fatal Belleza Contraria que tienta con su seguro secreto a tal hombre de espíritu ardiente”.
“Para mi el instinto es lo primero y lo último”.
Juan Ramón Jiménez.

Entendemos por intuición a esa decisión de la biología. Esa parte lírica -sangre y beso- que hace sentir al amor la eternidad del mundo. En el instinto está la adolescencia que nos acompaña siempre. El último rubor que nos atropella el habla y finge desmemoria. La intuición es nuestro mono, nuestra infancia, nuestra mejor ternura. Cuando un ojo se rompe –cualquier palabra despedida- un niño emerge por tu centro. La intuición es la poesía que no lee. Las formas del fondo que nos susurra el mar, el oscuro inasible de la estrellatura, ese lenguaje de inmensidades tan próximo a lo triste. Por eso entendemos la risa. Por eso la piel y el sueño, las cosas sin lógica, la locura de lo vivo, lo líquido. Con la intuición sabemos que el eufemismo es el lenguaje, que nada pasa donde nada tiembla. Es nuestro posible, nuestro improbable más inquieto, nuestro mejor. Es ese segundo en que la vida cambia durante un segundo. El instante en que las cosas merecen la pena, cuando merecer y penar parecen la misma encuesta. Es la emoción convincente, la embriaguez con su primavera de vino.   

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