viernes, 16 de mayo de 2014

LA ANGUSTIA

Hay una sutileza que tensa los ojos. Repta como la ebriedad del sexo inaceptable que se engaña de hijos. Es lo pequeño que se escapa, ese líquido roce, esa batalla inefable de las cosas sin pensamiento. La emoción quebrada, polvo escapando de las manos del agua. Lo sutil angustia porque desconocemos su lenguaje. Confiamos en las mentiras que estaban allí. Nos reconocemos en las afueras del dolor, en la región inesperada del tiempo. Detrás del “cómo estás” alguien sufre. La cicatriz nos arrastra al llanto desconsolado de los locos. Siempre se llora de futuro. Los ojos -ese lenguaje infinito- prosigue el silabario roto -mi mamá me mata, yo mato a mi mamá-, porque siempre reímos de pasado. Pero la carcajada es una cueva, un hueco macabro que no se marcha, que late con su asco de gusano. La angustia es esa arcada, la sutileza de un detrás, tiempo acumulado que rezuma. Por eso, a veces, nos salpica un beso.

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