sábado, 15 de julio de 2023

LA BESANA

A veces pasa esto. A veces el caos se impone. El Sur, ese Big Sur underground (a mí me suena mejor “bajona”), se sacude la Argentina en quijotadas y se hace la belleza. Antonio López tiene nombre de pintor, de ordinaria nombradía que quiere sacudirse leyendo a Hölderlin y bebiendo whisky con cuarenta grados a la sombra. Moga, siempre tan Eduardo, siempre dispuesto a soplar la brasa pura, le arropa los contactos y las prudencias. Moga, lector que rumia y hombre solo, con su prosa cristalina como un chorrito de agua, nos enseña a beber editoriales. Dice Eduardo que Antonio es un editor que no se queja y Antonio dice que no recibe subvenciones. Al final todo dinero es dinero público y no hay que ponerse estrecho porque la Feria del Libro la paga la Junta que pacta con Vox, etcétera. (Perdón por la torpeza). Antonio viene del verbo to beat, de la trascendencia rociera, del saltarse la verja para encerrarse en la suya. Él sabe que no hay mejor cárcel que la poesía a la que ha llegado tarde con la fuerza de los conversos. Cuando me domestico el cazurro y soy capaz de videollamarle le digo que en el cómo hay más qué, que lo importante no es qué decir sino a quién y él me dice que me lo compra y que le mande textos que no publica. Ya van dos Surcos y amenaza con ciento veinte. Mucha huerta es esa Antonio. Los que vivimos en la España póstuma, sabemos que no hay mejor tomate que el de uno, pero hay que regarlo, pegarse con el que te quita el agua, herniarse las malas hierbas y el “ya se va otra vez” de la parienta. Al final nos vemos pesando plástico en el Mercadona, sin levantar mucho la vista para que no nos reconozcan. Su editorial se llama Hojas de hierba. No sé qué mierda fumas Antonio, pero yo quiero un poco deso. Ya lo dijiste: Que no sepan de nosotros, y te aplaudo el gesto. Por si te sirve.

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