lunes, 18 de marzo de 2024

EL NIÑO

Con el Canto cósmico empieza a entenderse. Francisco Contreras se pone un poco Godard. Está buscando la orilla donde sembrar el huerto. Hoy, con la Internet, el euro se cultiva en cualquier parte, por eso no se va del pueblo. Elche degeneró con el Turismo a un busto con ensaimadas. Los ilicitanos han perdido el palmeral por el picudo rojo de la espalda guiri que solo pide cerveza. Fran hace el homenaje a su disidencia con extraña heterodoxia y voz engolada de Radio3. Nos lo vende con guiños de Orihuela y C Tangana sin descuidar encuadres y etalonajes. Por el documental aparecen las puertas de Amalia Avia con rótulos a lo Celtiberia Show de Carandell. A veces le sale un costumbrismo de vanguardia a lo Siminiani y otras un coñazo poético a lo Albert Serra. “El niño de Elche” tiene la sensibilidad incómoda de las inquietudes honestas. No sabe qué hacer para que el dinero no le pudra el discurso y pasar del fanzine y el cortometraje de Ateneo. Tangana lo dice claro y Fran le tantea los márgenes al Reina Sofía con la excusa de Val del Omar y sus comuniones andaluzas. Se presta a las entrevistas de Juan March porque los ácratas hacen lo que les da la gana. Los festivales no programan a lumbreras y prefieren a Los Chichos que andan en plan despedida como si fueran los Scorpions. Contreras se cuenta, se fabrica el mito de virgen y buen chaval hasta que a los treinta se pone botellona y saca los libros del whisky para ordenarlos en la estantería de la psicodelia. Con la introspección del tripi y la lectura desmitifica su paisaje y su paisanaje, pero ya es "El Niño de Elche". Y ahora qué. La música está llena de niños que no maman y lloran todo lo que pueden. La música en un juego de niños. Es el Cantajuegos del arte con que se entretienen los que no leen a Proust porque eso no luce en el Facebook. El niño Migué, El niño Josele, el de la hipoteca y el pegamento. Aquí se le llama niño a cualquiera por un compadreo de barra. Decimos niño para omitir la letanía del padre que, por acción u omisión, se profesa. Francisco le hace el homenaje a las cortinas, al rulo y a la botella de 103. Lustra la foto de la comunión y la escopeta con bigotazo que es su padre. Se fabrica la marca desplumando perdices. Estruja lágrimas de moco en las gafas de su madre. Contreras tiene apellidos de chiste y un universo de ternura que me resulta cercano. Por ahí sale Ramón Andrés en un claustro con su presencia de cura rojo. Paco evoca a Angélica Liddell cuando gruñe los cantes y se pone quejica y algo místico. Elche tiene la pose del sin pose. Aún no sabe como parecerse a sí mismo. Aún se toma en serio y le canta improvisaciones delicadas a su mama que le llora muy bien en primer plano. La madre de Paco es la madre de barrio, ese Moranco disfrazado con brazos de Michelín y mirada de divorcio. Parece la vecina de Agnes Varda. La fotocopia lumpen de “Caras y lugares”. El careto resignado del fracaso que solivianta el hijo cuando la peluquera pregunta si ese es tu niño. Esa mujerona sensible con cara de garbanzo y olla recién fregada se pone la mejor bata para el sácamebien de la película. Paco improvisa las escenas porque está muy ensayado. Sabe que las costuras lucen como una lencería para progres. Se dibuja con pechos de señora a lo Virgina Bersabé y se magrea las gorduras porque piensa en un premio de algo que tienen en Cannes. Aquí está Elche y lo que se espera de él. A veces se pone Rulfo y saca planos de chumbera y San Pedro en escenas de arena que sufre. A veces deslustra las hortensias como pausas de vídeo VHS, como si Adán Aliaga sacase el amarillo lisérgico de "La casa de mi abuela", como si su cante saliera de paseo por Moratalaz. A veces se le nota el esfuerzo como el niño que imposta las gracietas. "El Niño de Elche" no sabe que sin fallo no se acierta. No sabe que debería llamarse "El Niño de Leche", más poético y apropiado para su cuerpo de Winnie the pooh. Al final, don Leches se pone Buñuel y saca una procesión en pelotas con una imagen tapada. Quiere darse un escarnio y se le nota. No importa. Que no deje de leer y seguirán las sutilezas que le hacen brillante. Las Voces del Extremo le procuran vientos diferentes. Winnie, el niño de Leche, tiene cara de escucha y eso le salva.

No hay comentarios: